El Pontón de la Oliva se localiza al Noreste de la Comunidad de
Madrid, para acceder al punto de inicio de esta cautivadora ruta y partiendo de
la metrópoli de Madrid, tendremos que circular por la A-1 carretera de Burgos
hasta la salida 50, donde abandonaremos la autovía para tomar dirección
N-608/N-320, dirección Torrelaguna.
Una vez atravesemos la
pintoresca localidad de Torrelaguna seguiremos por la M-102 que nos llevara
hasta el pueblo de Patones, una vez lo crucemos, debemos estar atentos para
localizar la señal que indica salida de población, desde este punto transitaremos
3,8 kilómetros hasta llegar al parking donde podremos estacionar el vehículo.
La M-102 termina justo en el
desvío situado a nuestra derecha que conduce hacia la población de Valdepeñas
de la Sierra, la señalización no muestra dificultad alguna al situarse justo en
la entrada del puente, donde veremos una gran señal que nos advierte que desde
la entrada al puente en adelante entramos en la Comunidad de Castilla de La
Mancha por la Provincia de Guadalajara.
En esta ocasión tendremos
que continuar de frente siguiendo la señal que indica presa de El Atazar,
conduciendo por la M-134, hasta llegar a una marcada curva hacia la izquierda
donde veremos la señal de aparcamiento, donde podremos estacionar el vehículo,
es recomendable circular con precaución en este punto por motivos de seguridad
vial y para no pasarnos el aparcamiento, habilitado en las inmediaciones de
Casas del Pontón de la Oliva.
Desde el aparcamiento y ya
caminado tenemos que cruzar con máxima precaución la carretera M-134, para
comenzar nuestra ruta por una pista forestal, en el inicio de la misma hay un
cartel a la derecha que nos informa: “Pontón de la Oliva, Coronación Presa” y a
escasos metros otra señal de Vía Pecuaria, a la izquierda observaremos una
edificación en un avanzado estado decadente.
Según caminamos por la amplia
pista de tierra a nuestra izquierda se localizan las ruinas de la Ermita de la
Virgen de la Oliva, a tan solo unos pocos metros más adelante pasaremos por un
gran portón el cual dispone de un acceso para vehículos autorizados y un paso
para senderistas y ciclistas.
Tras realizar un moderado
descenso por la pista de tierra llegamos a la Presa del Pontón de la Oliva, a
la cual dirigiremos nuestros pasos para observar detenidamente la gran obra
hidráulica que con tanto esfuerzo se alzó en su día.
Historia
de la presa del Pontón de la Oliva:
En plena Sierra de Ayllón al
noreste de la Comunidad de Madrid y al noroeste de la Provincia de Guadalajara
se levanta el muro de la presa, en la actualidad en desuso.
La presa del Pontón de la
Oliva construida en 1857 es la más antigua de las seis presas cuya finalidad es
la de entorpecer el libre avance de las aguas del río Lozoya, de tal manera que
su represamiento permite suministrar agua potable a la ciudad de Madrid, la
presa del pontón suponen el último obstáculo de origen antropogénico al cual
las aguas del río Lozoya deben enfrentarse.
A tan solo seis kilómetros
aguas arriba se ubica la presa de Navalejos construida unos años más tarde que
la presa del Pontón de la Oliva.
Durante el reinado de Isabel
II, Madrid empieza a aumentar considerablemente su población llegando a los
206.000 habitantes, tan solo la población muy acomodada disponía de agua en sus
residencias, los demás madrileños se abastecían de la que brotaba de 54 fuentes
y distribuían 920 aguadores.
Toda el agua provenía de los
denominados” viajes de agua”, que consistían en qanats que son estructuras
utilizadas principalmente en zonas áridas, para aprovechar el agua subterránea
de las colinas para irrigar el llano colindante, construidas durante la Edad
Media, siendo mencionados en el fuero de 1202, posteriormente fueron ampliados sucesivamente
hasta el siglo XIX, drenando los acuíferos para conducir el agua hasta la
ciudad.
El ministro de Comercio,
Instrucción y Obras Públicas Juan Bravo Murillo, el 10 de marzo de 1848, firmo
una Real Orden Orden por la que se nombraba una comisión para que se encargara
de examinar las posibilidades de abastecimiento y analizar diversos proyectos
algunos de ellos de mediados del siglo XVIII para abastecer de agua potable a
la ciudad de Madrid utilizando los recursos hídricos de la Sierra.
En diciembre de 1848, los
ingenieros Juan Rafo y Juan de Ribera presentaron la "Memoria razonada
sobre las obras necesarias para el abastecimiento de agua a Madrid", en la
que se incluyeron los datos relevantes del proyecto, así como su presupuesto y
financiación.
En esta memoria se sentaron
las bases del futuro proyecto de abastecimiento a la capital, decidiéndose como
fuente de agua la procedente del cauce del río Lozoya por su calidad y pureza.
Eligiendo la primera represa en el valle donde se ubicaba un puente denominado
"Pontón de la Oliva".
Los ingenieros diseñaron un
sistema de abastecimiento a Madrid "a lo romano", con un canal de 77
km de longitud de aguas rodadas. El eje principal de este proyecto era la
construcción de una presa en el curso bajo del río Lozoya. El lugar elegido fue
una garganta natural que los lugareños conocían como el "Cerro de la
Oliva".
La captación se decidió
junto a la Dehesa de la Oliva, unos centenares de metros aguas arriba del
encuentro con las aguas del río Jarama. En el paraje se encuentra un pequeño
puente de piedra (Pontón), que salva la corriente.
El 11 de agosto de 1851, el
Rey consorte Francisco de Asís de Borbón puso la primera piedra de la presa.
Las obras se dilataron hasta 1857. En 1860 se prolongó el canal 7 kilómetros
aguas arriba, mediante un túnel practicado en roca de la ladera derecha y se
construyó una pequeña presa de captación, llamada la Presa de Navarejos, para
poder tomar el agua lejos de las calizas. Esta obra y la construcción del canal
de Guadalix, llevada a cabo el año anterior, permitieron abastecer a la capital
hasta la finalización de la presa de El Villar, en 1882.
La obra era de tal magnitud
que fue preciso contratar miles de peones de obra que trabajaron durante varios
años en durísimas condiciones y con la maquinaria de obra de la época.
La mayor parte de los
obreros que construyeron el Pontón de la Oliva eran presidiarios. El
contingente era de 1500 presos de las guerras carlistas, 200 obreros libres y
400 bestias. Todos padecieron las duras condiciones de trabajo y la epidemia de
cólera que apareció en el campamento situado a pie de obra.
Como nota curiosa cabe
resaltar que entre las distintas obras del proyecto, que no se circunscribía a
la presa sobre el Lozoya, los ingenieros utilizaron palomas mensajeras para
comunicarse en lo que dieron en llamar "telegrafía alada".
En 1856 las obras de la
presa estaban finalizadas, pero el Pontón de la Oliva habría de esperar dos
años para ser inaugurado. El 24 de junio de 1858 quedó inaugurado el primer
sistema del Canal de Isabel II, Pontón de la Oliva incluido, en un acto en la
carrera de San Bernardo al que asistieron la reina Isabel II de España y todo
el Consejo de Ministros.
La vida del Pontón de la
Oliva fue, sin embargo, muy corta. Los ingenieros habían elegido mal el lugar
donde erigir la presa y pronto aparecieron filtraciones que arruinaron la
capacidad de embalse del pantano.
En 1860 hubo que prolongar
con suma urgencia el canal aguas arriba de la presa hasta alcanzar el nivel del
río y construir la pequeña presa de Navarejos, para poder tomar el agua del río
en las épocas de estiaje donde el nivel del Pontón de la Oliva descendía,
debido a las filtraciones, por debajo del nivel del canal de salida.
Pocos años después de ser
construida, la presa pionera de Madrid cayó en desuso y fue sustituida por la
del embalse de El Villar ubicada 22 km aguas arriba e inaugurada en 1882.
A pesar de no realizar la
función para la que fue erigida, la presa del Pontón de la Oliva sigue en pie y
forma parte ya del patrimonio histórico de la sierra de Ayllón.
Se trata de una presa de
gravedad, construida con sillería de grandes bloques de piedra unidos mediante
mortero de cal, en la que el empuje del agua embalsada es soportado por el peso
de la obra.
Tiene una altura de 27
metros y sección trapezoidal, con una anchura de 39 metros en la base y de 6,72
metros en la coronación, la cual mide 72,44 metros de longitud. La cara interna
del muro (la que mira aguas arriba del Lozoya) aparece escalonada desde la base
hasta la cima. Esta presa fue un antecedente europeo en la construcción de
presas durante el siglo XIX. A pesar de ello esta presa tuvo desde sus inicios
problemas de permeabilidad en la cimentación, que le hizo funcionar sólo
durante tres décadas.
La cota de coronación es 726
metros y cuenta con una capacidad total de 3 hm³, la propiedad de la presa
recae sobre el Canal de Isabel II, la presa y su entorno forman parte del
patrimonio histórico del Canal de Isabel II.
Retomando la ruta,
caminaremos por un gran pasillo empedrado el cual nos conduce hasta una
edificación de planta cuadrada levantado con sillares el cual alberga la
maquinaria hidráulica necesaria para regular el nivel del agua almacenado en su
día por la presa, el edificio lo salvaremos subiendo unas escaleras situadas a
la izquierda de la casa.
Una vez dejado a tras el
edificio ante nosotros vemos una nueva edificación de menores dimensiones que
la anterior y una pequeña explanada construida con grandes losas de piedra,
desde este punto y asomándonos con precaución a la barandilla podemos contemplar
en primer plano el gran muro de la presa y en segundo plano el puente de piedra
bajo el cual transcurren libremente las aguas del río Lozoya, desde este mismo
mirador podemos ver la torre de toma del canal que se conserva en perfecto
estado.
Para continuar con la ruta
debemos seguir de frente por unas estrechas escaleras de piedra, nada más
coronarlas ante nuestros ojos vemos la pasarela de piedra colgante, es sin duda
la parte más emocionante de la ruta dotándola de un ingrediente indispensable
la aventura.
La pasarela construida con
losetas de piedras que descansan sobre vigas incrustadas en la pared del cañón de
piedra caliza, cuenta con unas decenas de metros de longitud, gracias a la
barandilla que dispone caminar por ella es seguro, lo que nos permite realizar
alguna que otra parada para disfrutar de las vistas que desde esta ubicación
tenemos del cañón horadado por el río Lozoya.
Tras disfrutar de los tramos
de pasarela surgen dos estrechos senderos, tomaremos el de la derecha, custodiado
a ambos lados por una densa vegetación que conforma el monte bajo compuesto
principalmente por matorral.
El sendero transcurre en
todo momento por la margen derecha del río Lozoya, indicador a tener en cuenta
para realizar sin perdida alguna la ruta, poco a poco nos adentramos por la
terraza formada por el río.
En los claros que
encontramos a lo largo del sendero podemos apreciar las imponentes vistas de
los cortados calizos que con el paso del tiempo han adquirido un color
ennegrecido.
Los primeros sinuosos kilómetros
del camino están marcados por los acentuados meandros del río Lozoya, el cual
sufre la retención de sus cristalinas aguas a lo largo de 5 grandes
embalses, como son: Pinilla, Riosequillo, Puentes Viejas, El Villar y El
Atazar.
Son diversas las
bifurcaciones que encontramos a lo largo del recorrido, las cuales no tomaremos
ya que las mayoría de ellas nos llevaran hasta el cauce del río, por lo que es
recomendable seguir siempre por el sendero principal que siempre transcurre a
media ladera y paralelo al río aguas arriba.
A lo largo del sendero se
observa que la especie arbórea más habitual es fresno (Fraxinus excelsior), el
cual lo encontraremos hasta en las lindes del camino.
Con la aquiescencia del
paraje continuamos la marcha por el camino que inicia un giro hacia la
izquierda siguiendo en todo momento los marcados meandros que el río Lozoya ha
creado con el deslizamiento de sus aguas y con el paso del tiempo, mientras tomamos la curva se aprecia en
la ladera de enfrente un gran desprendimiento de piedras producido por los
agentes erosivos, principalmente por el agua.
Son frecuentes las
infraestructuras del Canal de Isabel II que iremos encontrando en el
transcurrir de la ruta, como una pequeña caseta de piedra situada en una
pequeña vaguada la cual dejaremos a nuestra izquierda y seguiremos por el
relajante sendero.
La frondosidad del camino va
variando y según avanzamos el monte bajo da paso al sotobosque donde grandes
ejemplares de fresno son ahora los protagonistas, entre los grandes árboles
encontramos pequeñas praderas donde es recomendable realizar alguna parada para
hidratarse y avituallarse correctamente.
El sendero se hace más
amplio y una nueva instalación del Canal de Isabel II hace acto de presencia,
en esta ocasión se trata de una casa de piedra de ciertas dimensiones que
cuenta con una escalera de doble acceso, justo en este punto atravesamos un puente
piedra que apenas se aprecia al estar cubierto por la densa vegetación.
Sin pausa pero sin prisa
nuestros pasos nos dirigen a cruzar una zona dedicada a la explotación ganadera
donde las presencia de las vacas pastando plácidamente es muy habitual por lo
que transitaremos sin ocasionar molestia alguna a tan aplacibles animales
siempre y cuando no se les ocasione ninguna amenaza.
Ahora el camino se
transforma en una amplia pista asfaltada durante unos cientos de metros, en
esta zona una baliza de madera nos informa de la existencia de diversas minas
de ataque, que consisten en galerías horizontales que servían de acceso para el
transporte de materiales y la entrada de trabajadores durante la construcción
de la Presa de La Parra.
La carretera da paso a una
pista de tierra por la cual seguiremos hasta que el sonido del agua brotando de
un manantial llama nuestra atención y aprovechamos para refrescarnos y rellenar
nuestras imprescindibles cantimploras.
La continua presencia del
agua en toda la zona hace posible la existencia de una gran variedad de
especies de árboles y arbustos a lo largo de toda la ruta, como son: los
citados fresnos, los sauces, las retamas, las jaras, los rosales silvestres,
los romeros, los enebros, los saúcos (cuyos frutos son muy preciados por aves y
pequeños mamíferos), los álamos, las acacias, los alisos, los arces, los
almendros y un largo etc…
En este tramo del camino la
vegetación nos permite ver las aguas del río Lozoya más próximas a nosotros que
en tramos anteriores, la amplia calzada nos favorece para avanzar a buen ritmo
y en uno de los lados del camino se aprecia un gran rimero de pizarra fragmentada probablemente procedente de la extraída para construir las minas de ataque.
La intermitente presencia de
las vacas en esta zona es otro aliciente al ser frecuente ver a las vacas
custodiando a sus terneros, en este tramo del camino salvamos un pequeño conducto que encauza las
aguas de un arroyo hacia las aguas del río Lozoya.
La gran diversidad de
paisajes que el tramo bajo del río Lozoya nos posibilita ver es uno de los atractivos
que encontramos a lo largo de nuestra jornada de senderismo, disfrutando de un
entorno cambiante y sorprendente para los ojos de todo aquel sensibilizado con
la protección y conservación del patrimonio natural que nos rodea.
Sin abandonar en ningún
momento la pista de tierra aparece a nuestra derecha una Almenara de
Sedimentación, edificio de piedra cuyo propósito es la de retener mediante
decantación las arenas y sedimentos arrastrados por el agua, para evitar que el
canal se cegase.
La presencia de carteles
clavados en los troncos de los fresnos nos anuncia la existencia de “abejas
trabajando”. Que sería de nuestra especie si las abejas desaparecieran de la
Tierra, no solo perderíamos el manjar más dulce creado por un ser vivo la miel,
sino que su inestimable función polinizadora es insustituible por mucho que la
tecnología avance. La perfección de una abeja jamás podrá ser igualable por
ninguna invención humana.
Avanzando con precaución y
sin acercarnos a las colmenas situadas a unos cuantos metros del camino y
protegidas detrás de unos fresnos y una valla salvamos la contingencia sin
contratiempo alguno, y dejamos que las abejas sigan con la misión, fabricar su
obra maestra, la preciada miel.
A modo de recomendación es
aconsejable no utilizar perfumes ni desodorantes odoríferos cuando acudamos al
campo ya que podemos atraer a una gran diversidad de insectos, sin ser ese
nuestro designio.
A mano izquierda una nueva
construcción sale a nuestro encuentro, se trata de los vestigios de una antigua
casa de piedra, la cual albergaba los engranajes de las compuertas de la presa,
referencia que nos indica la inmediata propincuidad de la presa de Navarejos.
La
presa de Navarejos, fue construida en 1860, en tan solo cinco
meses y de la que aún puede verse el muro curvo, los materiales con los cuales
se levantó la presa fueron transportados mediante barcas, lo que nos revela que
en aquella época el río Lozoya disfruta de un abundante caudal, debido
principalmente a que sus aguas transcurrían libremente por su cauce al no estar
represadas como en la actualidad por las 5 grandes presas.
A modo de azud, la presa de
Navarejos crea de forma artificial una tabla de aguas cristalinas, cuya intención
es la de elevar el nivel del caudal del río y poder derivar parte del caudal
por un canal el cual servía para encauzar el agua hasta Madrid.
Tras contemplar de lo que es
capaz el cacumen humano en materia hidráulica, a lo largo de la historia las
diferentes civilizaciones han intentado sacar el máximo rendimiento al esencial
elemento en su estado líquido, ideando complejas infraestructura tanto como para su
transporte como para su aprovechamiento en materia de energía hidráulica.
Es momento de proseguir
caminando, nada más avanzar una decena de metros vemos a nuestra izquierda
entre la vegetación un nuevo alzamiento del Canal Isabel II, se trata de una
casa de piedra de la cual emerge un canal el cual es visible durante unos
escasos metros antes de ocultarse bajo tierra.
La pista adquiere un
peculiar trazado lineal salvaguardado a ambos lados por una hilera de árboles,
ante nuestros ojos la larga recta parece perderse en los confines del valle ya
que desde su inicio no es posible otear el final.
Una sobria casa de labranza a
pie del camino prácticamente al final de la recta, nos sirve como referencia para marcarnos la proximidad de la conclusión de la ruta.
Tras sobrepasar una tenue
curva se descubre ante nosotros la Presa
de La Parra, su necesaria construcción entre 1900 y 1904 se debió a los
frecuentes aterramientos de la Presa de Navarejos, lo que suponía un continuo
depósito de tierras, limo y arenas tras el azud de la Presa de Navarejos como
consecuencia del acarreo natural del propio río Lozoya.
Sobre la misma presa existe
una pasarela construida a base de grandes losetas de piedra que se mueven por
lo que el paso está prohibido por el riesgo que conlleva transitar por ella, la
altura de la presa es de 5 metros, cuenta con una longitud de coronación de 38
metros y, en la actualidad, aprovecha los 50 últimos hectómetros cúbicos del
Embalse de El Atazar.
Desde esta misma presa surge
un canal de aproximadamente un kilómetro por el cual se conduce el agua hasta
la presa de Navarejos, en los cerros de la orilla de enfrente se observan grandes cúmulos de
fragmentos de pizarra procedentes de las obras que se realizaron para levantar
la presa a modo de azud.
Tras tomar un
avituallamiento en el entorno de la presa de la Parra, esta marca el punto de
retorno de la ruta, por lo que retomaremos el camino de regreso por el mismo
trayecto que el de ida, en búsqueda de una agradable pradera donde poder
almorzar bajo la sombra de un gran fresno y con el relajante bisbiseo que
producen las aguas del río Lozoya a modo de sinfonía de fondo.
En conclusión la ruta por el
Pontón de la Oliva, nos acerca a lo más profundo del cañón por una senda que
transcurre aguas arriba por los marcados meandros del río Lozoya, sin duda una
senda muy aconsejable de realizar donde el senderista descubrirá un paraje
natural en un buen estado de conservación con una diversidad de flora y fauna muy
destacable.
Si desean descubrir unos de
los entornos más recónditos que nos ofrece el río Lozoya para explorar toda su
historia hidráulica junto con la flora y fauna del Pontón de la Oliva, pueden
contactar conmigo directamente para organizarles una senda guía: danielmedioambiente@gmail.com
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