La ruta de Valmores, tiene su inicio en la población de Nuevo
Baztán municipio perteneciente a la Comunidad de Madrid, situado en la
comarca de la Cuenca del Henares, al Este de la ciudad de Madrid.
Nuevo Baztán fue declarado Monumento Histórico Artístico en 1941 y Conjunto Histórico
Artístico en 1980, debido a que alberga un patrimonio histórico imponente,
formado principalmente por el palacio de Juan de Goyeneche y la iglesia
contigua, ambas construcciones se construyeron con piedras calizas y son de estilo
churrigueresco, están consideradas Bien de interés Cultural desde el año
2000.
El pueblo de Nuevo Baztán es todo un lujo del Barroco, el
asentamiento urbanístico comprendió el complejo industrial más avanzado de su
tiempo, precursor de la gran tarea de modernización e industrialización de
España, emprendida por los primeros Borbones, siendo el antecedente de las
futuras reales fábricas borbónicas.
El casco antiguo de Nuevo Baztán conserva el estilo que tuvo en el siglo
XVIII, por lo que pasear por sus calles nos traslada a otra época.
Una vez ubicado el pueblo de Nuevo Baztán y destacado con unas
breves pinceladas el importante patrimonio histórico y arquitectónico que
podemos visitar en esta preciosa localidad, es momento de exponer la ruta que
hasta este paraje nos ha traído, y así poder practicar una actividad
apasionante como es el senderismo y la interpretación de la naturaleza.
En pleno centro histórico de Nuevo Baztán, justo en la Plaza de la
Iglesia con sus jardines frente a la fachada de la Iglesia de San Francisco
Javier y del Palacio de Goyeneche es el punto de referencia para empezar la ruta
de Valmores.
Según miramos de frente al Palacio de Goyeneche, empezaremos a
caminar hacia la izquierda por la Calle del Palacio, hasta el final de la
misma, a nuestra derecha surge el Camino del Boleo, el cual no tomaremos y
seguiremos unos pocos metros más hacia delante, donde da comienzo el Camino de
las Caleras, el cual nos adentra hacia la ruta de Valmores.
En este punto junto a la tapia de un chalet y frente a una finca rodeada
por altas y tupidas arizónicas se sitúa un siempre apreciado cartel, que nos
explica el transcurrir de la ruta y aporta información relevante del entorno.
El cartel cuya vida útil suele ser efímera y desde “medioambiente y
senderismo” nunca nos cansaremos de concienciar sobre la importancia de
respetar las señalizaciones, balizas y carteles informativos, que dotan a las
rutas de senderismo de un importante valor añadido, no solo para el
excursionista sino también para las poblaciones limítrofes que ven como el
senderismo mueve cada vez a más aficionados y estos a su vez generan
directamente ingresos en los pueblos, por ello es vital que los municipios se
impliquen en proyectos de señalización y cartelería de las rutas cercanas a sus
poblaciones.
Una vez estudiado el cartel, siempre es aconsejable realizar fotografías
con el móvil del mismo, para poder consultarlo si fuera necesario a lo largo
del recorrido.
El Camino de las Caleras, es el elegido para comenzar la ruta de
Valmores y descubrir todo lo que nos ofrece este paraje natural tan genuino, la
cómoda y ancha pista forestal nos invita a dar los primeros pasos sobre tierra.
La ruta transita por diferentes zonas muy diferenciadas paisajísticamente
entre sí, y a la vez muy específicas de la fisonomía de todo el sureste
regional de la Comunidad de Madrid, donde se dan amplios páramos o alcarrias de
cima plana que surgen entre los ríos Henares, Jarama y Tajuña, los cuales con
el paso del tiempo han cincelado y moldeado profundos valles con ricas vegas y
marcadas laderas.
Durante la primera parte de la ruta observamos como el Camino de las
Caleras, se encuentra custodiado a ambos lados por ricas tierras de labranza,
los cultivos son principalmente de secano, el terreno arcilloso corresponde con
una capa detrítica de edad pliocena.
La siempre interesante historia geológica regional nos permite comprender
la actual configuración del paisaje a través del estudio de la geomorfología
y las implicaciones ambientales de la morfología, dando lugar a relieves
kársticos, escarpes inestables y veleidosos, al igual que a un complejo
sistema hidrogeológico.
Si observamos el horizonte más cercano veremos los reductos de los bosques
que antaño ocupaban el territorio, en la actualidad los bosques islas son los
últimos vestigios forestales que aún resisten, y nos aportan importantes
indicios de cómo era la flora antes de que el ser humano modificara el paisaje.
Las manchas de vegetación autóctonas formadas por encinas, quejigos,
coscojas, tomillos, torviscos, romeros, aulagas, majuelos y un largo etc, son
vitales para la fauna silvestre que encuentra refugio entre la espesura del
bosque.
La flora se ubica en zonas donde el páramo ofrece zonas llanas y suaves
ondulaciones, las duras condiciones climáticas de la paramera obliga a la
vegetación silvestre a crear singulares adaptaciones como son las hojas
coriáceas de encinas y coscojas.
Tras caminar apenas 550 metros surge una bifurcación, el Camino de las
Caleras, sigue su trayectoria hacia la izquierda, en esta ocasión seguiremos de
frente atravesando un de los numerosos sotobosques que resisten el paso del
tiempo y a las presiones que el ser humano ejerce sobre estos delicados y
reducidos en cuanto a tamaño, bosques islas.
La senda transcurre por un ancho camino de tierra, el cual es utilizado por
los agricultores para acceder a las tierras de labranza, según avanzamos una
ligera pendiente descendiente nos conduce hasta un pinar, el cual brota a
nuestra derecha, el pino carrasco es la especie de conífera, empleada para
repoblar toda esta zona, al ser una especie muy resistente con amplias
cualidades para adaptarse a suelos pobres o degradados.
Mientras descendemos la ligera rampa, que presenta el camino vemos a
nuestra izquierda otra zona reforestada con pino carrasco, en este punto es
interesante estudiar la zona ecotónica que se presenta ante nosotros, donde
conviven la vegetación autóctona y el pinar introducido por el ser humano.
La vegetación de ribera que brota a nuestra derecha delata la presencia del
arroyo del Reguerón, el agua solo recorre su cauce en la época de
lluvias, siendo por ello un arroyo estacional, las aguas cuando se deslizan por
su cauce desembocan en el arroyo Vega y este a su vez en el río Tajuña.
Tras dejar atrás una marcada curva hacia la derecha, caminamos por un tramo
donde la pendiente es más pronunciada, un nuevo ramal que inicia su recorrido a
nuestra izquierda, es el elegido para continuar la ruta.
Por este nuevo camino, menos transitado, nos adentramos por una zona donde
la vegetación a ambos lados de la senda es mucho más frondosa, tras caminar 250
metros una gran encina solitaria nos servirá de referencia, para asegurarnos de
que vamos en la dirección correcta.
Bajo la encina es un buen lugar donde retomar energías y recuperar los
líquidos consumidos, además de disfrutar de una panorámica espectacular de todo
el valle del arroyo Vega, el cual esta resguardado de los vientos dominantes
dirección Sur - Oeste al estar orientado Norte - Sur.
El valle del arroyo Vega, se caracteriza por carecer de zonas de
umbría, surgiendo un microclima singular, el cual condiciona la flora
particular del entorno, creando un paraje único y espectacular.
A lo largo del recorrido podremos observar varias zonas donde se
depositaron antaño las cenizas de un horno de cocción de cal, son residuos de
color grisáceo donde la vegetación los circunda y apenas se atreve a crecer
entre ellos, debido a su elevado pH.
La industria de la cal en esta zona tuvo su pequeño auge, al ser una
demarcación donde las calizas y los yesos son accesibles y abundantes, fueron
empleados como materia prima en los hornos de cal, los cuales se nutrían de la
leña del bosque como combustible.
Los hornos de cal se construían junto a la pendiente de terreno, la ruta
nos permite poder acercarnos a observar los restos de estas ingeniosas
construcciones, el carboneo fue otra de las labores que los habitantes de la
zona practicaban, ambas actividades ocasionaron clareos en el bosque y la
pérdida de grandes ejemplares de encina principalmente.
El camino prosigue por una cota de 800 de altitud, lo que nos permite
seguir disfrutando de todo el valle y apreciar los diferentes tipos de
vegetación que alberga el territorio, hasta llegar a una zona donde la senda
rectilínea se transforma en un serpenteante sendero, el cual nos permite
descender hasta llegar al fondo del valle.
Una vez finalizado el descenso, el sendero desemboca en el camino de la
Vega, el cual cogemos hacia la derecha, en este punto estaremos en el fondo del
valle, a la izquierda tenemos el arroyo Vega y a la derecha el sotobosque y las
laderas.
En las zonas de laderas es frecuente ver matas de tomillo y romero que se
aferran al suelo, reteniendo el terreno de forma vigorosa, e impregnando el
aire de una agradable fragancia.
Seguimos por el camino de la Vega el cual está custodiado a nuestra
izquierda por tierras de labranza y a nuestra derecha por un monte densamente
poblado de vegetación mediterránea.
Transcurridos 700 metros desde que nos incorporamos a este nuevo camino,
encontramos a nuestra izquierda un desvío, el cual tomaremos, para dirigirnos a
cruzar el arroyo Vega, el cual en época de lluvias anega toda la pista de tierra
y hay que cruzarlo con maña para no mojarnos más de la cuenta.
Tan solo caminamos 280 metros, hasta llegar a las faldas de una colina, la
cual muestra un cicatrizar a modo de empinado sendero, con precaución subimos
por la escarpada pendiente, hasta llegar a una zona llana, desde la cual
observar todo el valle y las colinas de enfrente.
Una vez disfrutado de la espectacular panorámica, proseguimos hacia nuestra
derecha en línea recta unos 300 metros campo a través, hasta localizar las
ruinas de la iglesia de Valmores, apenas quedan en pie los muros que
conformaron antaño el ábside, aun así, el escenario donde un día lucio
el templo es sin duda un lugar que invita a la contemplación y al
ensimismamiento.
Desde la altura que nos proporciona este punto, estudiamos la edafología
del terreno, los dos principales materiales que componen el páramo, son las
abundantes calizas y bajo estas surgen las arcillas con sus tonalidades
azafranadas.
Otro de los factores a observar, es la formación del arroyo Vega, el cual
es fácilmente identificable por las hileras de vegetación de ribera que surgen
en ambas orillas. El arroyo Vega recibe las aguas de diversos arroyos y
manantiales, destacando el manantial de la Fuente de la Teja.
Las laderas que conforman el valle son parte fundamental en la formación
del arroyo, mediante escorrentías e infiltraciones de las propias colinas, el
agua aflora en diferentes puntos a modo de manantiales que confluyen en el
arroyo Vega, el cual sufre un marcado estiaje durante la época estival, siendo
un arroyo estacional.
Una de las pistas que podemos tener en cuenta para intuir que en una u otra
zona brota el agua es la aparición de juntos, los cuales germinan en aquellos
entornos donde la humedad es alta y donde el agua subterránea no se encuentra a
grandes profundidades y brota a la superficie, ya sea de forma continua o
estacional.
Una vez estudiados todos los aspectos de interés de la zona, es el momento
de descender por el mismo lugar que ascendimos, extremando las precauciones, ya
que bajo nuestros pies y a nuestra izquierda se encuentra el barranco de
Valdeñigo.
Una vez estamos abajo, cruzamos nuevamente el arroyo Vega, para llegar de
nuevo a la pista principal la cual tomaremos a nuestra izquierda, tras caminar
250 metros por el camino de la Vega, encontramos a nuestra derecha un camino
bastante erosionado, el cual no tomaremos, apenas unos metros más adelante
surge un pequeño sendero igualmente a nuestra derecha, que nos conducirá hasta
los paredones de San Blas.
Este insólito edificio cuenta con altos y gruesos muros, se especula con la
funcionalidad concreta de la construcción, algunas teorías mencionan que fue
utilizado por operarios denominados "pelayres", los cuales peinaban y
cardaban paños de lana completamente desplegados y extendidos, de ahí las
dimensiones del edificio.
Otra hipótesis recoge la posibilidad de que entre estos muros se hicieran
labores de tintado de los paños, debido a que para realizar estos trabajos se
precisas de grandes pilas a diferentes alturas, de ahí los altos y gruesos
muros.
Además, el edificio esta levantado sobre una marca pendiente y encajona
sucesivos bancales, formando una estructura idónea para la ubicación de las
diferentes pilas destinadas al teñido y secado de los paños.
Sin duda el singular edificio ha debido de tener diversas utilidades, las
ya mencionadas y otras como las de antiguas tenerías y de almacén.
En la actualidad estas ruinas están siendo engullidas por la densa
vegetación del paraje, los rosales silvestres, los majuelos, las zarzas, las
madreselvas y las falsas acacias visten a los paredones de San Blas con un
estrambótico atuendo vegetal.
En las proximidades a los paredones de San Blas, podemos intuir entre la
densa vegetación al arroyo del Reguerón, cuyas aguas descienden por la falda de
la colina de forma serpenteante, dotando a este rincón de la necesaria humedad
para la vegetación y del preciado líquido elemento para saciar la sed de los
habitantes del sotobosque.
Recordamos que para poder localizar los cauces de los arroyos debemos
buscar matas de juncos, al igual que en esta zona se aprecian algunas tobas,
otro indicados inequívoco del afloramiento de aguas subterráneas.
La masa de vegetación que podemos ver en este lugar, está protagonizada
principalmente por los quejigos, los cuales prefieren laderas más protegidas de
las inclemencias meteorológicas y más húmedas, de ahí que el arroyo del
Reguerón es el encargado de impregnar de humedad esta parte del bosque.
Los quejigos cuentan con hojas marcescentes, muy polimorfas, siendo más
grandes y tiernas que las hojas de las encinas o de las coscojas, de color
verde brillante cuando son jóvenes, con el tiempo tienden a amarillearse, los
bordes de las hojas son dentados pero carentes de pinchos. Su follase es menos
denso y el porte más esbelto. Son profusas las agallas de forma esférica y
otras de aspecto estrellado, pudiendo aparecer agrupadas.
Lo más recomendable para evitar extraviarse entre la densidad del
sotobosque, es una vez disfrutado de los paredones de San Blas, retroceder por
el mismo sendero hasta desembocar nuevamente al camino de la Vega, el cual
tomaremos a nuestra derecha.
Antes de proseguir por el camino de la Vega, nada más salir del sendero,
mirando de frente vemos unos campos de cultivos y la vegetación de ribera que
acompaña el curso del arroyo Vega, al otro lado del mismo resistiendo el paso
del tiempo surgen los restos del batán de Valdeñigo.
Los batanes estaban dispuestos a lo largo del arroyo Vega como del río
Tajuña, su cometido era la de batear los paños que posteriormente se
confeccionaban en las fábricas del Conjunto Industrial de Nuevo Baztán.
La estructura de los batanes es semejante a la de los molinos, el batán de
Valdeñigo, aprovechaba el caudal de agua procedente del barranco del Valdeñigo,
la fuerza del agua movía la rueda que accionaba el intrincado mecanismo, el
cual consistía en una rueda dentada que movía unos mazos de madera, cuyo fin
era lavar y golpear los paños de lana hasta alcanzar la consistencia adecuada.
Este proceso se denomina abatanado.
La actividad del batán producía un sonido muy característico,
proporcionando un paisaje sonoro actualmente desaparecido. Los batanes son un
elemento vital para la fabricación de paños de lana, que era precisamente la
principal industria establecida por Juan de Goyeneche en Nuevo Baztán.
Lamentablemente, el caudal del barranco del Valdeñigo no permitía mantener
el batán activo durante todo el año. Por esa razón, Goyeneche poseía otros
batanes en la ribera del río Tajuña, más rentables gracias a contar con un
curso de agua abundante tanto en invierno como en verano.
Nos tendremos que conformar con observarlo desde cierta distancia ya que el
acceso al batán es algo complicado por tener que cruzar el arroyo Vega y por la
densa vegetación de ribereña que lo custodian, compuesta por chopos, olmos,
nogales, fresnos, higueras, zarzas, etc.
Ahora si continuaremos por el camino de la Vega, tras caminar 200 metros el
camino pasa junto a una parcela cercada con arizonicas, seguiremos otros 220
metros donde muere el camino de la Vega, y con mucha cautela, siempre mirando a
ambos lados cruzaremos la carretera M-219.
Al otro lado de la calzada, continuamos con la ruta por el principio de la
calle de los Huertos, la cual termina en la población de Olmeda de las Fuentes,
este nuevo tramo de camino transcurre por el fondo del valle, a nuestra derecha
queda la carretera M-219, la cual no veremos y apenas escucharemos por el poco
tránsito de vehículos que afortunadamente tiene y a nuestra izquierda queda el
arroyo Vega.
Una vez caminado aproximadamente 850 metros por el llano y cómodo camino
que compone la calle de los Huertos, encontramos los restos de un edificio de
planta cuadrangular, se trata de la antigua fábrica de tintes o gamuzas.
La construcción se ubica adyacente al camino tradicional que une Nuevo
Baztán con la población de Olmeda de las Fuentes. El artífice de este proyecto
fue Goyeneche, que estableció en el año de 1715 una fábrica de antes
y gamuzas entre la villa de La Olmeda y el Nuevo Baztán.
En la actualidad solo quedan los restos de lo que fue una gran construcción
industrial de principios del siglo XVIII.
En el interior de esta gran fábrica se manufacturaban y curtían pieles
destinadas a la confección de prendas y accesorios de los uniformes militares
de la época. Se producían calzones, ajustadores de ante, coletos, bandoleras,
porta frascos y biricúes.
La actividad de la fábrica fue efímera, tan solo 7 años, en 1722 el
proyecto entro en bancarrota, por diversos motivos entre ellos los atrasos en
los cobros, desfalcos de importantes sumas de dinero y descenso en los pedidos.
Dejamos atrás los vestigios de la fábrica de antes y gamuzas, a pocos
metros de reanudar la marcha a mano izquierda, surge un desvío por el cual
continua la calle de los Huertos que como no podía ser de otro modo conduce
hasta la zona de huertas ubicadas a las afueras de la población de Olmeda de
las Fuentes.
Nuestros pasos no tomaran este desvío, seguiremos de frente por una amplia
pista de tierra, la cual ira de forma progresiva aumentando la pendiente
ascendiente para poder así salvar la ladera.
La vegetación de ribera vuelve a quedarse en el fondo del valle y poco a
poco nos adentramos en los sotobosques de encinas, quejigos y coscojas,
vegetación más propia del páramo.
Una marcada y cerrada curva hacia la derecha, nos servirá como referencia y
de punto de observación, desde el rellano de la curva se aprecia una
interesante panorámica del precioso pueblo Olmeda de las Fuentes.
Una vez repuestos líquidos y realizadas las oportunas fotografías, es
momento de superar los 300 metros de continua pendiente que hay desde el
descansillo de la curva hasta el mirador del Balconcillo.
El mirador del Balconcillo, es una plataforma construida durante la
Guerra Civil Española, para el apostamiento de soldados y evitar así la subida
del enemigo desde el Valle.
Afortunadamente en la actualidad, es un simple mirador desde el cual, el
senderista puede tomarse un descanso en el camino, mientras se deleita de las
magníficas vistas del valle del arroyo Vega y de la población de Olmeda de las
Fuentes.
Desde los 830 metros de altura que cuenta el mirador, podemos estudiar el
desnivel entre el páramo y el fondo de valle, observando la topografía del
lugar y la distribución de la vegetación, diferenciando entre la flora de
ribera ubicada en el cauce del arroyo Vega, y el sotobosque que cubre las
laderas y el páramo.
Desde el mirador del Balcanillo, tendremos que descender por el pequeño
sendero que no condujo hasta aquí y seguir de frente por el camino que cruza
una pequeña zona boscosa, desde este punto veremos la carretera M-219, el
camino principal por el cual ascendimos queda a nuestra izquierda.
El nuevo camino transita por la linde existente entre dos campos de
cultivo, 250 metros serán los que recorreremos hasta adentrarnos por una mancha
boscosa formada por robles, nada más atravesarla surge ante nosotros una amplia
pista de tierra, la cual tomaremos hacia nuestra derecha.
Continuando por la pista de tierra llegaremos sin pérdida alguna a la calle
Transformador, la cual tomaremos hasta llegar a la Travesía José de
Churriguera, la cual tomaremos a mano derecha para dirigirnos hacia la Plaza de
la Iglesia y el Palacio de Goyeneche de Nuevo Baztán, punto donde concluimos la
ruta.
Si desean realizar la ruta de la mano de un guía que les oriente y durante
la senda les realice interpretación de la naturaleza, identificando la fauna y
flora del lugar no duden en contactar conmigo escribiéndome a: danielmedioambiente@gmail.com
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Interesante blog con entradas curradas.
ResponderEliminarConozco algunas de las rutas mencionadas: localidades citadas por el Corredor del Henares y cercanías. Rutas alcarreñas. También pasé por Brihuega que me parece recordar nombraste en alguna entrada.
Te dejo mensaje también en la blogoteca.
Suerte en el concurso.
Muchas gracias por su comentario, todo lo que quiera compartir es bienvenido, un cordial saludo.
EliminarMuy bueno tu blog!!
ResponderEliminarTe invito a visitar Educación Inicial!!
http://lablogoteca.20minutos.es/educacion-inicial-44571/0/
Estoy en solidario!! Mucha suerte!!! Saludos
Mucas gracias Mariela Parma, por su comentario, visitare seguro el suyo, un cordial saludo.
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