lunes, 5 de febrero de 2018

CASTILLO DE LA ADRADA

La Villa de La Adrada, la encontramos en la Comunidad Autónoma de Castilla y León, dentro de la Provincia de Ávila, en la Comarca de Arenas de San Pedro, más concretamente en el macizo oriental de la Sierra de Gredos, en pleno centro del Valle del Tiétar, a una altitud de 623 metros sobre el nivel del mar, la carretera que nos permite acceder a la población de La Adrada es la CL-501, prolongación de la M-501.
 
Aproximadamente la superficie que ocupa la población de La Adrada son unos 58,7 kilómetros cuadrados, su estratégica ubicación geográfica le permite estar muy próxima a dos importantes ciudades, como son la de Ávila al Norte y Madrid al Este, curiosamente tomando La Adrada como vértice, se podría dibujar imaginariamente un ángulo recto entre las mencionadas localidades.
 
La Adrada, disfruta de las aguas del río Tiétar que cruzan de forma fluida sus tierras, el nacimiento del Tiétar se sitúa en Santa María del Tiétar. Otro de los ríos que baña la demarcación es el río Escorial, cuyo nacimiento se localiza en el Puerto de Navaluenga, sus aguas se precipitan por las gargantas de Valdeloja y Los Hornillos.

El Pico de la Escusa, con sus 1959 metros de altitud, es el punto más alto de los dominios de la Villa, desde su mirador la panorámica que se cierne sobre nuestros ojos es todo un espectáculo paisajístico.
 
Desde antaño diferentes civilizaciones se han avecindado en las tierras que en la actualidad ocupa la población de La Adrada, tales como los celtas, romanos y árabes.
 
Históricamente, la primera cita fidedigna sobre La Adrada, data del año 1274, cuando el concejo de Ávila, le concede en precario, la dehesa de la Avellaneda, en aras de una mejor repoblación.
 
En el año 1393, su primer señor, López Dávalos, consigue su secesión de Ávila, convirtiéndola en Villa, dando origen a un destacado y extenso señorío que abarcaba: Sotillo de la Adrada, La Iglesuela, Piedralaves, Casavieja, Fresnedillas y Casillas

A lo largo del siglo XV, el señorío pasa por el dominio de diferentes nobles, como, por ejemplo: Álvaro de Luna, condestable de Castilla, maestre de la Orden de Santiago y valido del rey Juan II de Castilla.
 
Beltrán de la Cueva, político y militar castellano, considerado uno de los personajes más importantes de su tiempo, por ser válido de Enrique IV de Castilla. Antonio de la Cueva y Mendoza, fundo el marquesado de La Adrada.
 
Juan de la Cerda, ya en el siglo XVII, fue marques de La Adrada y virrey de Méjico.
 
Cuando en el año 1393, La Adrada, obtiene el título de Villa, la población obtiene una serie de prebendas, que en la actualidad apenas justipreciamos, simplemente por darlas por sentado, pero en el siglo XIV, disfrutar de un mercado semanal o de la feria anual de Todos los Santos, donde se comercializaba con tejidos, ganados, vinos y pieles, era todo un provecho del que disfrutaban los habitantes de la comarca en aquella época.
 
Durante el siglo XVIII, el catastro de Ensenada, detalla la abundancia de molinos harineros, ubicados la mayoría en la garganta de Santa María y otros en el río Tiétar, además de una almazara y un batán, lo que sugiere el esplendor socio-económico que existía en la zona.
 
Ahora si nos centraremos únicamente en el Castillo de La Adrada, para su ubicación se eligió un altozano, desde donde se atisba toda la villa rodeada de montañas y gran parte del Valle del Tiétar, la panorámica que ofrece el propio castillo dota al espacio elegido para su construcción de un valor estratégico, que en la actualidad tiene una finalidad más contemplativa que en épocas más belicosas.
 
El castillo de La Adrada cuenta con la Declaración genérica del Decreto 22 de Abril de 1949 y la Ley 16/1985 sobre el Patrimonio Histórico Español, niveles de protección destacables para tan emblemática construcción.
 
El castillo de La Adrada data de finales del siglo XIV y principios del siglo XV, cuando se iniciaron las obras para levantar la fortaleza, para ello Enrique III, primeramente, tuvo que conceder a La Adrada la categoría de Villa, para que así pudiera organizarse autónomamente sin depender de la ciudad de Ávila.
 
La Villa de La Adrada durante esta época, era muy menudeada por la nobleza aficionada a la actividad cinegética, los bosques de los alrededores ofrecían el hábitat idóneo para albergar una gran biodiversidad, incluidos los grandes mamíferos que eran alterados en frecuentes ocasiones, durante las monterías que la aristocracia ordenaba.
 
Una de las historias que acontecieron en tierras de La Adrada, fue la protagonizada por la bella y elegante princesa Zaida y Alfonzo VI de León.
 
Zaida era la nuera del rey taifa de Sevilla Al-Mutmaid y esposa del Abu Nasr Al-Fath Al-Mamun, rey taifa de Córdoba, al enviudar buscó la protección en la corte del rey leonés Alfonso VI, conocido con el sobrenombre de “el Bravo”, descendiente de los reyes Fernando I de León y Sancha.
 
Bajo el reinado de Alfonso VI, se produjo la reconquista de Toledo en el año 1085, y las lides de Sagrajas y Uclés, donde las tropas leonesas y castellanas fueron derrotadas, siendo la batalla de Uclés contra los almorávides, un acontecimiento históricamente más relevante al fenecer el heredero del rey, el infante Sancho Alfónsez, el 30 de mayo de 1108, a los 15 años de edad.
 
Sancho, fue el fruto entre el matrimonio de Zaida y Alfonso VI, de no haber perdido la vida en la batalla de Uclés, hubiera sido el rey soberano de los reinos de Castilla y León y Galicia.
 
La princesa musulmana Zaida, ulteriormente llamada Isabel, era una mujer de ojos deslumbrantes cuyo brillo era comparado con el resplandor de las estrellas más luminosas.
 
El himeneo entre Zaida y Alfonso VI, fue para la época una unión que rompió con las costumbres y religiones establecidas, tanto en el islam como en el catolicismo, no permitían las uniones entre dirigentes de las dos religiones, el amor entre ambos supuso un reto que rompió con todo lo establecido.
 
El rey Alfonso VI, paso a la historia por reconquistar Toledo, la que fue capital visigoda, tras diversos matrimonios y diversas amantes, Alfonso VI no conseguía un heredero varón para su trono.
 
En el año 1100, a la edad de 57 años el rey Alfonso VI contrajo matrimonio con Ziada, que aporto a la unión los castillos de Caracuel, Alarcos, Consuegra, Mora, Oreja, Uclés, Huete, Amasatrigo y Cuenca.
 
Con la muerte de su hijo Sancho, el linaje quedo casi extinto, la reina Zaida murió en el parto de su segunda hija, a la edad de 40 años. La hija de Alfonso, Urraca, heredo el trono. 

En el siglo XV, la Villa tomo parte por los Infantes de Aragón en el enfrentamiento con Juan ll, lo que contrajo importantes consecuencias, al pasar todos los cargos y propiedades a don Álvaro de Luna, poco después se haría cargo el Marques de Villena y Don Beltrán de Cueva.
 
Retomando la edificación fortificada, el castillo está asentado en un punto estratégico en la ruta entre Toledo y Castilla León, a lo largo del siglo XV, fueron diversas las disputas bélicas entre los Villena, los Pimentel y los Mendoza, para hacerse con su dominio.
 
Ya en el siglo XVII, el castillo paso a las manos de los Montijo, en el siglo XIX a la familia de Alba y durante el siglo XX, fue enajenado en diversas ocasiones.
 
Para la construcción del castillo, se emplearon bloques en mampostería granítica combinados con ladrillos, los muros se levantaron sobre una estructura de origen templario del siglo XIII (1212 – 1250).
 
Las obras se iniciaron en el siglo XIV, para ahorrar tiempo y materiales, se aprovecharon los restos de una iglesia gótica del 1250, de la que solo quedan: el ábside, el arco del triunfo, las columnas y parte de sur muros, modificados y reforzados para dotarlos de una mayor fortaleza y resistencia.
 
Los muros fortificados y almenados, son precisos para cualquier fortaleza medieval, de los muros originales de la iglesia, solo quedan dos ventanas. El arco triunfal es apuntado y está formado por dovelas de sillería. Al ábside se le incorporo una torre, continuando la forma semicircular y peraltada entre los siglos XV Y XVI, con troneras de buzón, todo este conjunto marca la parte principal del castillo.
 
La nave lateral sur de la iglesia fue desplazada e incluida en el palacio, durante las reformas del siglo XVI. La nave norte fue dividida, lo que dio lugar a un nuevo corredor sobre la iglesia, del que se puede apreciar en la actualidad su división y dos troneras.
 
En 1309 se adoso una torre campanario de planta cuadrada, ulteriormente desapareció, en la actualidad se aprecia la base y el inicio de la escalera de caracol que la recorría por su interior.
 
La muralla que rodea la planta principal del castillo, se erigió con sillarejos irregulares, una vez más para ahorrar en materiales y tiempo, se aprovecharon las rocas del lugar, la muralla data del siglo XVI.
 
La entrada al recinto amurallado, esta custodiada por dos cubos circulares adornados con escudos heráldicos, que cuentan con troneras de ojo de cerradura invertida, que salvaguardan una gran puerta de madera reforzada con una tranca metálica, en la actualidad se aprecian los huecos existentes para su sujeción, el conjunto lo completa un arco rebajado, sobre el que hay dos troneras unidas por una bóveda interior, para reforzar aún más el acceso un puente levadizo permite salvar el foso que rodea el recinto amurallado. Otro elemento defensivo con el que cuenta la fortaleza, es la barbacana que defiende la puerta de acceso.
 
El castillo estaba dotado de diferentes exenciones, como por ejemplo el de poder celebrar un mercado semanal, que se ubicaba en los espacios existentes entre la muralla y la fortificación, de igual modo los torneos medievales se llevaron en estos emplazamientos.
 
El patio de estilo renacentista del siglo XVI, fue testigo de una ajetreada actividad dentro del castillo, los restos que han llegado hasta nuestros días nos delatan la importancia de este espacio neurálgico. Desde el patio las dependencias del edificio se distribuían en dos plantas, en algunas de las dependencias, se conserva el zócalo de azulejos de los siglos XVI-XVII.
 
En la parte baja del patio de armas, se sitúa un elemento esencial para toda fortaleza en caso de asedio, el aljibe, que cuenta con un acceso realizado a base de ladrillos, los pasadizos y estancias subterráneas disponen de techos abovedados en sillería y vanos adintelados. El brocal actual que permite sacar el agua del aljibe, no es el original, sino que pertenece al palacio de los Serrano en Ávila.
 
A lo largo del siglo XV, se desmorono uno de los ocho cubos, que reforzaban la muralla, en su lugar se levantó un cubo astillero, dotado de cuatro troneras de tipo buzón, el ingenio al servicio de los intereses bélicos, es apreciable en la inclinación que disponen las troneras hacia el interior, permitiendo que los cañones no asomen al exterior, y evitando así que los atacantes desconozcan si el cañón está cargado o no.
 
Durante el siglo XVI, el castillo mediante diferentes remodelaciones pasa a ser una edificación palaciega, añadiendo al conjunto en esta misma época la torre albarrana, donde se ubicaba las dependencias carcelarias. La planta de la torre es pentagonal, cuenta con troneras de palo y orbe defensivas.
 
En cuanto a la torre del homenaje, dispone de tres troneras de buzón, cuya finalidad era más la de amedrentar que puramente defensiva. Como curiosidad la torre tiene adherida una estela funeraria romana.
 
Los principales materiales de construcción que se han empleado en los diferentes periodos de edificación del castillo, son: rocas de granito, muy abundante en la zona, tanto en mampostería, sillería y sillarejo principalmente en las zonas externas del castillo, para su interior se recurrió a materiales tangibles más elaborados y elegantes como son los azulejos y ladrillos cocidos, que siempre aportan un elemento decorativo destacable, tanto en el palacio posterior como en la iglesia primigenia.
 
El aprovechamiento de restos de materiales tanto decorativos como arquitectónicos, es frecuente en la mayoría de las edificaciones, en el caso del castillo de La Adrada, se emplearon restos romanos, debido a la calidad de los acabados como a la proximidad de los mismos, el pragmatismo impera en la elevación de grandes fortalezas y castillos a lo largo de toda la historia.



Ahora nos centraremos en diferentes elementos arquitectónicos que componen el castillo y que son de interés para conocer más en profundidad la funcionalidad y nombre de algunos de estos espacios:

 
La barrera o falsabraga, es un muro que circunda una fortaleza, custodiado por torres u otros elementos defensivos, la barrera es de menor altura que el recinto principal.

El espacio que surge entre la barrera y el muro principal se denomina liza.

 
Al conjunto de dispositivos de la parte superior de las murallas se le llama adarve, que está formado principalmente de un parapeto, merlones y almenas, además cuenta con el camino de ronda, piezas destinadas a posibilitar la vigilancia, la defensa y el movimiento a cubierto de los soldados.
 
Normalmente en los parapetos de los castillos, como en el de Adrada, encontramos troneras.
 
Una de las armas que más se utilizó durante los siglos XV Y XVI, fue la alabarda una lanza que contaba con una punta formada por una hoja de hacha por un lado y por el otro lado púas, arma muy eficaz para contener los ataques de la caballería.
 
La puerta principal del castillo, es el principal punto estratégico en caso de ataque, diferentes medidas defensivas la protegen, como son los cubos, el foso o el puente levadizo.
 
El foso es el primer elemento defensivo, y bordea todo el perímetro del castillo, cuya finalidad es repeler los ataques con zapas e impedir la aproximación de las armas de guerra y el asalto de la infantería.
 
Para salvar el foso, el castillo de La Adrada cuenta con un puente levadizo de madera, y mediante un mecanismo se retira rápidamente para vetar el acceso al castillo.
 
El punto más débil de un castillo en situación de batalla, son las puertas de acceso, de ahí que las puertas se suelen proteger con una antepuerta, estribada en una pequeña torre que era preciso flanquear para acceder a la puerta que daba paso al interior del castillo.
 
En el castillo de La Adrada, podemos observar una ladronera, situada en lo alto del muro, se trata de un elemento voladizo que permite controlar la vertical de la puerta, mediante el arroje de piedras, flechas, cal viva, agua o aceite hirviendo, a través de las hendiduras de la base de la ladronera.
 
Si una ladronera se ubica en el adarve, se la denomina matacán.
 
Los cubos, son torres de planta circular cuya misión principal es la defender y repeler cualquier ataque que sufra un castillo, beneficiándose de la altura que proporcionan los cubos, los soldados podían realizar potentes y certeros disparos con las ballestas.
 
Por otro lado, los cubos permiten reforzar los paños de las murallas, al tener más altura que las murallas, para acceder a los cubos es preciso salvar varios escalones.
 
El cubo artillero, del castillo de La Adrada se ubica adyacente a la barrera exterior, se levantó en la segunda mitad del siglo XV, cuando el castillo se ve obligado a adaptarse a las nuevas armas de artillería.
 
El cubo artillero, cuenta con cuatro troneras de tipo buzón con caída hacia el interior, lo que evita revelar si el arma de artillería esta lista para disparar o no.
 
Para construir las diferentes piezas arquitectónicas de una edificación medieval, se recurría al Maestro Cantero, si el material de construcción era la piedra, o bien si se empleaba el ladrillo o tapial se requería de un Maestro Alarife.
 
El patio, en el caso del castillo de La Adrada es un gran espacio ubicado en el sur del castillo, en esta zona se observa la liza, espacio existente entre la barrera y el muro principal.
 
En los patios se situaban diferentes dependencias, como almacenes, cuadras, graneros, talleres de los artesanos como: herreros, carpinteros, alfareros.
 
La poterna, es una puerta incidental de pequeñas dimensiones, que permitía entradas y salidas discretas o para aprovisionarse en situaciones de batalla o asedio, por lo que se ubicaba en zonas escondidas o incluso a cierta altura en relación al suelo, para que así pasara aún más desapercibida.
 
La poterna del castillo de La Adrada, perdió su utilidad en el siglo XVI, al colmatarse la zona con desperdicios de la cocina y escombros.
 
Las troneras, son vanos que presentan un abocinamiento hacia el interior como norma general y en ocasiones hacia el exterior, se localizan en gruesos muros o antepechos para desde ellos poder disparar proyectiles.
 
En el castillo de La Adrada, podemos encontrar dos tipos de troneras: de palo y orbe empleadas normalmente para disparar armas de fuego ligeras y portátiles, el uso de este tipo de armamento estaba muy extendido en Castilla durante el último tercio del siglo XV y comienzos del siglo XVI.
 
El otro modelo de tronera se denomina de buzón, destinada a la artillería pesada instalada en la torre principal o en el cubo de artillero, en el caso del castillo de La Adrada.
 
Las troneras reciben ese nombre con la aparición de las armas de fuego, con anterioridad recibían el nombre de aspilleras, ranuras por donde se disparaban proyectiles en forma de flecha.
 
Todos los castillo y fortalezas podían ser objeto de sufrir un asedio, el arte de sitiar se denomina poliorcética. La industria bélica de la época, disponía de sofisticados arietes para derribar murallas, catapultas, trabuquetes, arcos de asalto, torres de asalto, tortuga, onagro, muscolo, rampas, pluteo, fundíbulo o trabuquete, o incluso minando las fortificaciones, excavando túneles y galerías en los cimientos de las murallas hasta que colapsasen, mediante la quema de madera y explosiones en el interior de los túneles y galerías.
 
Con la evolución del armamento y con la proliferación de las armas de fuego, los castillos se ven obligados a protegerse con murallas más altas y resistentes, los proyectiles de las armas de fuego ocasionaban graves daños en los muros y torres defensivas, el objetivo principal de los impactos de proyectiles era eliminar las almenas y así dejar las murallas sin defensa.
 
Los escudos nobiliares o escudos heráldicos, ubicados en castillos, palacios o casas señoriales, tienen como finalidad atribuir la titularidad de la propiedad a una alcurnia.

En el castillo de La Adrada, se conservan los escudos del linaje de los Luna, por el poderoso Álvaro de Luna, de la Cueva, por Antonio de la Cueva, segundo hijo de Don Beltrán de la Cueva, y de los Mendoza, debido a que Don Antonio era hijo de Doña Mencía de Mendoza.

 
Los títulos nobiliarios podían incluir poderes militares, jurídicos, políticos, económicos, etc. Normalmente los monarcas eran los que tenían la competencia de otorgar un título reconociendo actos o por linaje familiar.
 
La jerarquía de los títulos nobiliarios es la siguiente: Emperador, Rey, Príncipe, Infante, Duque, Marqués, Conde, Barón, Caballero o Hidalgo.
 
La torre pentagonal en proa o torre albarrana (el origen etimológico proviene del árabe, y significa foráneo), es la estructura defensiva más destacable de todo el castillo de La Adrada, la particular planta pentagonal de la torre la hacen única, la torre surge desde la esquina noroeste de la iglesia hasta llegar a uno de los cubos de la barrera.
 
Para permitir el paso por la liza, que ocupa el espacio libre entre la barrera y el muro de la iglesia, se levantó un pasaje abovedado que permitía rodear todo el perímetro interior del castillo.
 
La torre data del siglo XVI, se construyó para adecuar el castillo a las nuevas armas de fuego que empezaban a imperar en las batallas de la época.
 
La torre del homenaje o torre principal, es otro de los elementos arquitectónicos más destacable de todo castillo, en el caso del castillo de La Adrada, es de planta semicircular al construirse sobre la cabecera de la iglesia.
 
Cuenta en su parte superior, con tres troneras de buzón cuya finalidad parece ser más de intimidación que funcional, debido a que por su diseño no podían cubrir el área de las inmediaciones de la puerta principal del castillo, al carecer de un derrame inferior, ello no le quita ni un ápice de simbolismo a la torre del homenaje del castillo de La Adrada.
 
En la torre del homenaje, se encontraban las dependencias del noble, y donde se celebraba el homenaje feudal, entre el noble y sus vasallos. En dicha ceremonia el noble agraciaba a sus vasallos con un feudo a cambio de concilio y auxilio en caso de conflicto bélico con otros nobles.
 
Se ha mencionado en varias líneas anteriores, que la edificación religiosa que se aprovechó para construir el castillo de La Adrada, se trata de una iglesia del siglo XIII, en la actualidad se aprecia una pequeña línea de tejado reconstruido que rememora el tejado original de la primigenia iglesia, en el momento de fortificar la iglesia toda la línea del tejado desaparece, y las partes que se conservan de iglesia pasan a formar parte de las dependencias del castillo, incluyendo un segundo piso.
 
Otro elemento a destacar del siglo XIII, es parte de un muro de la iglesia, concretamente se trata de una ranura vertical junto con la cornisa de ladrillos que aun hoy en día se pueden observar y forman la esquina oriental del muro sur de la iglesia. En este punto el muro gira 90º hasta unirse con la cabecera. Es un ejemplo más de como parte de las estructuras del siglo XIII son integradas en las obras palaciegas del siglo XVI.
 
La iglesia gótica, sobre la que se construyó el castillo de La Adrada disponía de una planta basilical, contaba con tres naves, enmarcada con un gran arco apuntado se abre la cabecera semicircular, los pilares eran cuadrados con medias columnas adosadas que mantenían arcos apuntados, separaban el espacio en cuatro tramos y bajo el tejado a dos aguas, se encontraba la techumbre construida con madera.
 
En el año 1309, el templo contaba con una torre junto al ábside, dato que se deduce de un escrito descubierto en el aljibe, la torre que haría las funciones de campanario, al empezar a fortificar la iglesia a finales del siglo XIV se decidió derruir la torre, ya en el siglo XVI la iglesia queda totalmente integrada en el palacio, al abrirse nuevas salas y dependencias.
 
Como era costumbre en la época, tanto el exterior como el interior de la iglesia se emplearon como cementerio, destaca una tumba junto al altar cubierta con una lápida de piedra, que apenas conserva un epígrafe ininteligible, el resto de fosas están excavadas en la roca y cuentan con estelas de granito.
 
La mazmorra del foso es unas de las dependencias que podemos visitar en el castillo de La Adrada, en ella se encerraba a reos en condiciones infrahumanas, en una celda de apenas 2x1 metros y unos 4 metros de profundidad.
 
Los condenados eran arrojados por una pequeña trampilla superior, acción que causaba en numerosas ocasiones graves daños a los presos, al sufrir fracturas en las extremidades inferiores.

Por si esto fuera poco, la mazmorra estaba diseñada para que los excrementos humanos de los pisos superiores fueran evacuados a través de la propia mazmorra, lo que hacía que las condiciones de salubridad fueran inexistentes y los presos fallecían en poco tiempo.
 
La evacuación de los presos fallecidos, la hacían otros presos a través de un cesto amarrado con una cuerda que se arrojaba desde arriba, posteriormente y para evitar pagar al verdugo, el carcelero vendía los cadáveres para abono o bien en el mejor de los casos para el estudio de la medicina.
 
Si somos observadores y escudriñamos cada piedra del castillo de La Adrada, pronto encontraremos marcas de los maestros canteros, estas marcas pueden ser pragmáticas, que ofrecen información sobre la procedencia de la piedra, marcas de asiento, espesor, altura, localización de la piedra en la construcción del castillo, o pueden ser marcas biográficas conocidas como el “signum artificis” del cantero para correlacionar el trabajo de cantería con su autor, aspecto de gran importancia para poder cobrar el trabajo realizado.
 
Los maestros canteros, guardaban celosamente sus conocimientos tanto de los materiales, como de las técnicas del labrado de las piedras y lo que es más importante de los conocimientos en matemáticas, trigonometría, geometría y física que poseían, de ahí que fuera uno de los gremios más considerados de la época.
 
En cuanto al estado de conservación del castillo de La Adrada, es muy optimo debido a las recientes rehabilitaciones que concluyeron en el año 2004, debido a que el estado de conservación anterior era ruinoso, principalmente por el deterioro sufrido por las inclemencias meteorológicas y por el progresivo expolio de sus piedras.
 
La propiedad del castillo ha pasado por diversas manos, como Álvaro de Luna, de los De la Cueva y de los Mendoza, durante varios siglos el castillo fue titularidad de la casa de Montijo, en la actualidad la propiedad recae en el Ayuntamiento de La Adrada, que, con buen criterio desde nuestro punto de vista, creo el Centro de Interpretación Histórica del Valle del Tietar dentro del castillo para que pueda ser visitable.
 
Si desean ampliar información o disfrutar de una visita guiada, contacten conmigo escribiéndome a: medioambienteysenderismo@gmail.com

Bibliografía:

cartelería existente en el propio castillo




No hay comentarios:

Publicar un comentario